02 febrero 2013

Cuentos Lúdicos: Cuarto Menguante

- Me ha encantado su casa, le veo muchas posibilidades y creo que me sería fácil venderla. Le digo más, tengo varios compradores que están buscando algo como esto: la disposición, el número de habitaciones, muy luminosa y con grandes opciones de ampliación. Lo que le digo, en cuanto me de el visto bueno la saco a venta, no se arrepentirá.
Me estrechó la mano, dio un paso atrás, media vuelta y ya estaba bajando las escaleras. Cerré la puerta pensativo, la decisión era compleja, vender o no vender, desde luego no es un gran momento para el sector inmobiliario pero el agente me había dado garantías de sacar un buen precio. Seguí pensando mientras recorría el pasillo.

¿Qué era lo que me unía a aquella casa que hacía surgir mis dudas?. Vivía en ella desde hacía poco más de cuatro años, no es tiempo suficiente para generar un apego tan intenso, claro que han pasado muchas cosas entre sus paredes desde entonces pero la más extraña estaba aún por suceder.

Dejé a la izquierda la cocina, miré por el rabillo del ojo la nevera de vinos, se me llena la boca de aromas con sólo pensar en ella. Seguí avanzando, pasé la entrada al salón de puerta acristalada, uno de los baños, el cuarto del niño y el despacho, dirección al dormitorio principal. Antes de atravesar el dintel de mi habitación me detuve, giré la cabeza hacia a la puerta del despacho, moví arriba los ojos concentrándome para pensar y agité la cabeza diciendo a viva voz: ¡imposible!. En tres zancadas me planté en la entrada.

El despacho era un cuarto rectangular con estanterías de suelo a techo en los lados largos del mismo. La entrada y una ventana están en cada uno de los lados cortos, opuestos. Bajo el ventanal, una mesa de cristal templado con pies de acero soportaba un ordenador portátil encendido de forma permanente. Desde luego la disposición no había variado, no era eso lo que me había perturbado, ¿qué fue entonces lo que me dejó tan aturdido?. El tamaño. Por extraño que parezca me parecía que el cuarto hoy era más pequeño que ayer, no demasiado, no algo obvio, una medida sutil. Todo parecía infinitesimalmente más próximo al techo y más cerca entre si. 
La estantería de la izquierda albergaba todos los libros de la casa y muchas cajas con apuntes de cuando estudiaba, también diccionarios, guías de viaje, álbumes de fotos, mil cosas. El lado derecho estaba casi cubierto por estanterías con mi colección de juegos, la niña de mis ojos, mi tesoro más preciado. Allí estaban todos ordenados por el tamaño de la caja tratando de albergar en el mínimo espacio posible la máxima cantidad de ellos. Apenas hay espacio en ningún estante, en alguna zona llegan hasta el techo. Junto a la estantería, en el único espacio de pared visible, cuelga un tablero de Crokinole que me pide una partida cada vez que lo miro. Hoy el Croki parecía más cerca de la estantería y del techo. Pero bueno, era imposible, sería un efecto provocado por la luz o yo mismo tendría un día raro. En esos pensamientos estaba cuando sonó el timbre de la entrada. 

-Hola buenos días, le traigo un paquete. Firme aquí por favor. Sí, justo ahí. Si es tan amable anote también su documento de identidad. Gracias.

Acababa de recibir un paquete de mi tienda de juegos de confianza, eso siempre me alegra el día. El paquete era grande, creo que en este pedido había incluido varias novedades, qué bien, este fin de semana tocaría destroquelar, leer reglas y, con suerte, estrenar alguno de ellos. Llevé la caja al despacho. Lo habitual en mí es abrir los paquetes de juegos en la cocina, más cerca de la entrada, y luego llevarlos al despacho uno a uno, donde los ordeno en la estantería en un ritual repetido cien veces. Hoy el despacho me atraía con una gravedad que no podía evitar así que planté el paquete sobre la mesa de cristal y saqué un cutter del primer cajón. Con cuidado de no dañar el contenido corté la cinta de embalar que sellaba la caja, la abrí cuidadosamente. Saqué los papeles de periódico arrugados que la tienda había usado para relleno y los dejé sobre la mesa. Bien, ahora a comprobar si estaba el pedido completo. Saqué una caja pequeña, ah este, qué ganas le tenía, miré la trasera, qué buena pinta. Oí un murmullo pero no le presté atención. Le siguió una caja mediana y otras tres pequeñas. Un vibración intensa, ¿qué era eso?. Sólo quedaba un juego dentro del paquete, la caja era enorme. Metí las manos y la agarré fuerte, pesaba, la levanté hasta sacarla. 

El ruido que siguió no puedo describirlo, ¿la mesa de cristal se ha resquebrajado y se hará añicos?,  no, no suena a cristal. Miro a mi alrededor tan rápido como puedo buscando la fuente del sonido, las manos cada vez más tensas agarran fuerte el juego, me estoy mareando, parece que el sonido viene de todas partes, tengo la sensación que el cuarto se mueve, ¿me voy a desmayar?, espera, no es un mareo, no es una sensación, el cuarto ¡SE MUEVE!, ¿qué demonios está pasando?, las estanterías se acercan las unas a las otras empujadas por las paredes, el techo desciende y se me echa encima; lo único que viene a mi cabeza es la escena del compactador de basura de Star Wars. Salgo corriendo hacia la puerta y me lanzo a través de ella justo cuando la caja de Tikal revienta por la presión entre el techo y lo alto de la estantería, me doy de bruces contra la pared del pasillo.

El caos cesa, me doy la vuelta aún templando y miro dentro del despacho, está en calma, parece que, sea lo que fuera, se ha detenido. Ahora el cambio de tamaño es patente, varios juegos están apretados contra el techo, el Crokinole está atrapado entre la pared y la estantería, la puerta llega prácticamente hasta el techo también, la ventana ocupa ahora casi toda la pared del fondo y la mesa bajo ella está a punto de ser engullida por las estanterías laterales. Entre mis manos, agarrada firmemente sigue la enorme y pesada caja, otro juego más, no sé donde voy a meterlo, tengo tantos y tan poco espacio, la miro, miro hacia el cuarto...me parece que vender la casa va a estar complicado.


La realidad no es que tengamos demasiados juegos, sin duda, la única explicación posible a la falta de espacio que sufrimos es que los cuartos donde albergamos nuestras colecciones están menguando. 

Bienvenidos a Cuentos Lúdicos, la sección de LudopÁticoS que mezcla ficción y afición.


4 comentarios:

Neiban Kane dijo...

Jajaja, me ha gustao.

¿Habrá en breve otro capítulo?

Maskleto dijo...

Ya estoy en ello :)

Israel dijo...

Tercera vez que intento dejarte un comentario... A ver si me deja. Te comentaba que ya se podida haber roto otro juego, con lo bonito que es el Tikal y lo buen juego que es. Por otro lado, que juego era ese que pesaba tanto??? Me ha gustado mucho tu nueva seccion. Un saludo

Maskleto dijo...

Muchas gracias, casualmente el Tikal lo tengo arriba del todo yo mismo en la estantería, así que me era fácil imaginar como el techo lo dejaba como papel de fumar :D


Gracias por insistir y publicar el comentario :) Un abrazo.

Publicar un comentario