Ensoñado se me desdibujan las portadas de los juegos entre los estantes. No se exactamente cuánto tiempo llevo sentado contemplando uno de mis orgullos, una colección de juegos amplia, variada, llena de joyas. Un sueño hecho realidad, un remedio para la depresión, el hastío, el estrés; un ánimo para la mente, abotargada de tanto rayo catódico, aunque ya ni eso, ahora luz led y plasma. Recorro mentalmente la posición de todos llamando a mi memoria los recuerdos de tantas partidas, disfruto del pasado... "¡Bruno, quieto, esos son los juegos de papá, no se toca!". El pequeño LudopÁtico me devuelve a la Tierra, a la realidad y a su vitalidad incontrolable e inacabable. "Bruno, cuidado con eso". Acierto a decir cuando ya tiene la caja de Tombouctou prácticamente en el aire y me mira pícaro.
Hace dos días Bruno comenzó a dar sus primeros pasos solo, ya se lo ve deambular por casa, esa pequeña criatura con el va y ven de un ebrio recién salido de una taberna. Eso sí, al contrario que un beodo, Bruno gana habilidad cada minuto que pasa. Me recuerda a mí cuando él nació, torpe, inseguro, lleno de temores pero con unas ganas infinitas de aprender y ayudarlo a crecer. Me recuerda a mí cuando me enfrento a un juego por primera vez y es que, para él, la vida es ahora mismo un gran juego donde, además, tiene que aprender las reglas sobre la marcha. Y ese creo que es mi cometido, ayudarle a entender la mecánica imposible de la vida de la mejor manera posible para que su jugada sea siempre la más acertada en cada momento.
"Bruno, deja eso ahí, ¿jugamos con tu pelotita?", le digo alargando la u de su nombre en tono conciliador y coloco el juego en su sitio mientras agito la pelota con la otra mano. Me mira, sonríe, le veo los dos incisivos centrales de la zona inferior bien crecidos y otro a la derecha de estos saliendo también. Si sonríe más también se le pueden ver las dos palas, separadas unos milímetros y que le dan un aire desdentado de lo más gracioso. Ay los dientes, que malos ratos nos dan a los tres, un suplicio que tiene que pasar, tan duro como una partida de Dominant Species a seis.
"Venga, vamos a jugar", es una de las frases que más le digo a Bruno. Pelota, cubos y muñecos son nuestros juegos favoritos, también recoger piedras de la terraza y meterlas en una maceta o transportar de aquí para allá una botella vacía de agua de ocho litros. Juegos de habilidad sencillos que le den confianza y que disfruto compartiendo con él. Estoy seguro que este último año es en el que más he jugado en toda mi vida, no a juegos de mesa, claro, todo se andará. Aún así Bruno también se sienta con nosotros y comparte nuestras partidas. Ya ha estado de espectador en, por ejemplo, República de Roma, Santiago de Cuba, Love Letter, Agrícola, Twilight Struggle y muchos otros. Estoy seguro que muy pronto me pedirá jugar a alguno de ellos, lo espero con ganas.
Hoy Bruno cumple un año, hace ya ese tiempo desde esta entrada donde le dí la bienvenida, que tópico pero que rápido pasa el tiempo. Esta de hoy es un pequeño y sencillo homenaje a sus primeros doce meses de intensa existencia que no hace honor a la huella indeleble que ya ha dejado en mi alma de jugón y desde que el está, de padre. BGG son las iniciales de mi hijo, ¿casualidad?, ¿destino?, no lo sé, lo que si sé es que desde que nació, él es nuestra referencia y punto de partida en el juego de la vida igual que la otra lo es en los juegos de mesa.
Tras un año puedo decir que no hay en el mundo un juego, si se me permite llamarlo así, mas serio y más duro que criar a un hijo, sin reglas preestablecidas, sin pausas y con muchísimo que perder si te descuidas. Para mi, lo único que compensa de jugar es que puedo ganar los mejores puntos de victoria que existen, el compartir sus momentos felices. Te quiero Bruno, seguiremos aprendiendo juntos a jugar a esto.
6 comentarios:
Felicidades Bruno! :)
Felicidades a Bruno, y a su padre, q menuda baba le cae mirando a su retoño ;)
muy bonito, felicidades!
Ya te digo xDD es un solete.
Muchas felicidades para el renacuajo ;)
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