Después de meses de intentar jugarlo, por fin convencí a mi esposa y pudimos catar el primer juego de Martin Wallace de cartas, London.
Este juego nos sitúa justo después del Gran Incendio de Londres en 1666 que prácticamente destruyó todo Londres y hubo que reconstruirlo. Para ello, los jugadores son miembros de la aristocracia inglesa que compiten por ver quién le da más gloria a la ciudad (en español, quién tiene más puntos de victoria).
Empezamos con 5 libras, 5 cubos de pobreza y 6 cartas en la mano. También tendremos un número limitado de edificios, que marcarán qué distritos de Londres controlamos.
El turno de juego típico consiste en robar una carta del mazo o del mercado, y seleccionar una de estas cuatro acciones:
1) Construir cartas: bajar cartas de tu mano a mesa. Éstas van formando pilas (se puede construir una nueva pila, o bien encima de algo ya construído). Para bajar cartas a mesa, se debe pagar o sacrificar de tu mano otra carta del mismo color que la que quieres construir. Dicha carta sacrificada va a parar al mercado para que otros jugadores (o tú mismo en turnos posteriores), puedan usarla.
2) Activar cartas: puedes activar todas o varias de las cartas que hayas construído previamente. Éstas necesitan algunas veces cierto coste de activación que hay que pagar (en cartas o dinero) y dan un beneficio que puede variar (dinero, reducir cubos de pobreza, puntos de victoria, etc.). Casi todas las cartas del juego, una vez son activadas, se les da la vuelta y no pueden volver a ser utilizadas (y normalmente se construirá encima de ellas en turnos posteriores). El problema que tiene activar las cartas es que hay que recalcular la pobreza cada vez. Así pues, hay que contar cuántas pilas tenemos construídas, sumar el número de cartas en mano y restar el número de distritos que controlamos. El número que así conseguimos, es el número de cubos de pobreza que tendremos que añadir a nuestra cuenta particular. Estos cubos de pobreza son la clave del juego, ya que te pueden hundir en la miseria y marcan el ritmo de la partida.
3) Comprar terreno: puedes comprar uno de los distritos de Londres, según unas ciertas reglas muy sencillas. Cada distrito vale una cierta cantidad (entre 3 y 9 libras) y te conceden una serie de puntos de victoria más robar un cierto número de cartas adicionales. Comprar terreno es siempre buena idea ya que ayuda a controlar la pobreza y te permite construir más cartas y activarlas más veces.
4) Robar 3 cartas: algunas veces lo más sensato es simplemente robar tres cartas.
Y ya está, ésas son las reglas del juego. También es verdad que habría que hablar del metro de Londres, que es caro de construir y añade una serie de bonus, pero casi que no merece la pena a no ser que te vayan muy bien las cosas.
Mi impresión del juego es muy positiva. Lo he jugado 2 veces con mi esposa, es decir, a 2 jugadores, y ha sido una muy buena experiencia. Incluso la segunda partida me la pidió mi mujer, algo inaudito.
La primera partida la gané yo por paliza y la segunda la ganó mi mujer por paliza, esto quiere decir que es un poco como Dominion ya que hay que saber cuándo construir, cuándo activar, cuándo ampliar el número de pilas, cuándo no hacerlo. Si hay un líder desde el principio, es muy difícil alcanzarle en una partida a dos personas. Ahora llega el momento en el que tengo que hablar de los préstamos. En London, como en casi cualquier juego de Martin Wallace, hay préstamos. Nosotros no los hemos usado nunca, pero yo creo que fue un gran fallo no hacerlo, porque el jugador que se queda descolgado, debe arriesgar para poder ganar. El dinero no es algo muy importante en este juego ya que la mayoría de las cartas no cuesta nada construírlas, sólo más cartas y éstas son gratis, ya que se roban cada turno y cuando se compran distritos. La partida que perdí, tuve un momento en que necesitaba desesperadamente dinero y en vez de pedir un préstamo o dos, activé todas mis cartas, generándome toneladas de pobreza que me destrozaron la partida, y todo esto en un único turno. Nunca pude recuperarme de aquello.
Puede gustarte: la mecánica es muy elegante, funciona estupendamente, es agradable jugarlo. Es fácil de explicar una vez se entiende que hay que pagar con cartas del mismo color la carta que quieres construir. Mucha rejugabilidad ya que hay muchísimas cartas distintas y se juega con todas ellas en cada partida sin importar el número de jugadores, así que cierto edificio o carta aparecerá seguro. Juega muy bien a dos jugadores.
Puede no gustarte: es difícil alcanzar al líder. Se puede llegar a hacer un poco largo con dos personas (a nosotros no nos dio esa impresión, pero a otras parejas puede) y, si hay un líder desde muy temprano, puede pasar que el contrario pierda las ganas de seguir jugando. Si uno de los jugadores da con una combinación buena de cartas, puede destrozar a los rivales (supongo que esto puede pasar más con pocas partidas, una vez se juegue mucho, los jugadores sabrán qué funciona y qué no).
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1 comentario:
ohhhh, me apunto el titulo para futuras compras, ya que juego casi siempre con mi novio es ideal :o)
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